El proceso que lleva a cabo es muy simple. Una vez que se recibe el grano de las diferentes harineras, se pasa por una limpiadora. Aunque casi siempre llega limpio, en su caso quiere tener una certeza total. Se sube, se deja caer y va a una tostadora de doble tambor. Es un quemador el que calienta para que el fuego nunca tenga contacto con el grano. Dependiendo del tipo de cereal se tuesta una o dos veces y en el caso del millo hasta tres porque es más grueso.
Se recoge y luego se deja enfriar en una zona apartada que al mismo tiempo sirve para hacer una nueva limpieza con la zaranda, un aro de tela metálica para separar los granos o partículas de distinto grosor.
Una vez culminado este paso, se guarda en un saco para trasladarlo al día siguiente a uno de los dos molinos que hay en la habitación contigua, la misma en la que se atiende al público y que le permite presenciar a éste todo el desarrollo de la molienda y al mismo tiempo, disfrutar de un aroma que es inconfundible.